Es el lagarto (reptil) más grande del mundo.
El dragón de Komodo es un ávido cazador, capaz de alcanzar los 19 kilómetros por hora en carreras cortas. Se embosca para cazar a sus presas, a las que ataca por sorpresa, desgarrándoles el cuerpo por la parte más tierna, normalmente el estómago, o les arranca una pata. Para colmo, podría decirse que echa fuego: de su boca mana una saliva venenosa que impide la coagulación de la sangre, y las víctimas se desangran enseguida. Si la presa logra huir, es probable que las heridas se infecten, dado que su saliva contiene bacterias infecciosas. De un modo u otro, la muerte está casi asegurada. También son carroñeros, siendo capaces de detectar el olor de un cadáver putrefacto a varios kilómetros.
Aunque son dragones y pueden medir hasta tres metros y pesar casi 90 kilos, son vulnerables a los problemas que castigan a tantos otros animales, desde la desaparición de su hábitat hasta el cambio climático.
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