Aproximadamente
250 años A.C., a Arquímedes, matemático griego, le dieron como tarea determinar
si un artesano le robaba al rey de Siracusa al construir una corona que
debía ser completamente de oro. El rey sospechaba que el artesano podía haber
modificado la corona, sustituyendo parte del oro por otro metal más barato,
pero el monarca no quería que en el proceso de verificación se dañase la
corona.
Arquímedes ,reflexionando sobre el problema mientras se relajaba en una
piscina, se dio cuenta de que el agua se
desparramaba a los lados de la piscina a medida que él se sumergía más en ella.
En este momento tuvo una revelación. Se dio cuenta que la cantidad de agua que
se desparramaba era igual en volumen al espacio que ocupaba su cuerpo.
Este hecho sirvió para probar mediante un experimento si la corona del artesano
era de oro puro o de oro y plata. La medida de plata (la masa) ocupa más
espacio que su equivalente en oro. Así pues, el científico preparó dos tubos y
los llenó de agua,. Puso la corona del artesano en uno de ellos y otra corona
equivalente en el otro, de oro puro. Demostrando que la primera no era de oro
puro por cuanto desparramaba más agua. Resulta que el artesano sí había estado
defraudando al Rey.
Según la leyenda Arquímedes estaba tan entusiasmado con su descubrimiento que
corrió desnudo, por las calles de Grecia, gritando Eureka! Eureka! (palabra
griega que significa 'Lo encontré'). Esto daría paso al famoso Principio de
Arquímedes.
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