9.7.21

¿A dónde van a parar los globos?

A menudo, los problemas medioambientales suelen partir de gestos tan inocentes como soltar un globo y ver cómo se eleva hasta hacerse cada vez más pequeño y desaparecer en el cielo. Pero ¿en verdad desaparece? Como vienen denunciando las oenegés ecologistas, ni mucho menos.

Cuando soltamos un globo de plástico relleno de helio, de esos que compramos a los niños en el parque, este sube y sube hasta hacerse pequeño y desaparecer. Pero no nos engañemos, ese globo no se esfuma sin más, sino que será arrastrado por los vientos e irá a parar al gran vertedero de los globos perdidos: el mar.

Y una proporción muy elevada de los globos que caen al mar sin reventar queda flotando sobre el agua salada. Allí, los rayos del sol acaban decolorando el plástico hasta volverlo transparente, como la gelatina que forma la campana de una medusa.

Las tortugas marinas, animales en peligro de extinción, sienten predilección por las medusas. Por eso, cuando ven un globo de plástico, decolorado pero todavía hinchado, flotando en el mar como si fuera una medusa, no dudan en tragárselo.

Una vez en su interior, el plástico les obstruye la tráquea y mueren por asfixia, o quedan flotando en una lenta agonía con el globo hinchado en el estómago. También se han encontrado ballenas y delfines varados en la playa, con globos de plástico en su interior.

Los globos no son biodegradables. En el caso de los de látex (los más tradicionales, que inflamos con la boca), su periodo de vida puede superar el medio año. Otro caso es el de los globos plateados, elaborados con un material plástico conocido por su nombre comercial: mylar.

Se trata de un polímero de gran resistencia utilizado comúnmente en la fabricación de fibras textiles para diferentes usos, desde material sanitario y aeroespacial hasta tiendas de campaña, y formado por varias láminas de plástico elaboradas a partir de polietileno tereftalato (PET).

Pero, tal y como nos recuerda la organización Ocean Connectors, cuando se emplea para fabricar globos, estos permanecen sin degradarse en el medio ambiente marino durante años.

Sin embargo y pese a lo dicho, la solución no consiste en prescindir de un juguete infantil tan entrañable y tradicional. Una vez más, el problema no está en el plástico en sí sino en su uso: en el caso de las celebraciones masivas, de lo que se trataría es de revisar la tradición recurriendo a materiales 100% biodegradables para que la gran fiesta no la acabe pagando el planeta.

 

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